Pocos conceptos gozan en el momento presente de la popularidad de la empatía. De ella se habla al citar los ingredientes de la inteligencia emocional, la educación en la tolerancia, la resolución de conflictos, la relación interpersonal, etc.
Comenzaremos considerando, la empatía, como un constructo que incluye diferentes dimensiones en su constitución. Un nivel mínimo de empatía parece debe existir como un elemento integrante del funcionamiento interpersonal. Si uno no es capaz de percibir, por lo menos en grado mínimo, si la otra persona está alegre, enfadada, rabiosa, etc. Es muy difícil que no tenga dificultades en el contexto relacional. Es probable que este mínimo grado de empatía esencial, sea el promotor de tantos y tantos libros de autoayuda divulgadores de ese concepto.
Pero la empatía puede incluir formas de comprensión interpersonal mucho más complejas, que podrían llegar a participar, por lo menos hasta cierto grado, de a experiencia de otra persona, mediante una sintonía hacia ella. En nuestro trabajo nos centraremos, precisamente, en este aspecto de la empatía, que denominaremos “empatía terapéutica” distinguiéndola de esa otra empatía, de carácter más simple y vulgarizado, mínimo constitutivo necesario del entramado personal.
Esta distinción no supone, evidentemente, el reconocimiento de dos clases de empatía, sino nuestra intención de estudiar los grados de su existencia más compleja.
Qué es la Empatía Terapéutica: Clarificamos
El concepto de “empatía terapéutica” puede empezar a ser clarificado a partir de una distinción muy básica. En ocasiones, esta empatía ha sido considerada como una mera variable creadora de una relación preliminar, de manera que el cliente pudiera ser inducido más eficazmente a cumplir con determinadas prescripciones, que eran las consideradas “verdaderamente terapéuticas”. De ese modo se consideraba a la empatía como un prerrequisito relacional más que una auténtica variable terapéutica de intervención. Se reconocía su importancia pero sólo para establecer la relación.
Nuestra clarificación de la empatía no se detiene en examinar esta concepción, sino que tiene necesariamente que ir más adelante considerándola como un elemento central y claro en el cambio terapéutico, que incluía un genuino encuentro personal, facilitador de la inmersión en la experiencia de la otra persona como única. La empatía así considerada, no puede, por tanto, ser estimada como una mera variable preliminar, sino como algo central a la terapia, por derecho propio.
Carl Rogers y su trabajo con al Empatía
Los trabajos iniciales de Rogers, coincidente con la “terapia no directiva” no mencionaban específicamente el término empatía aunque muchos de los comentarios coincidían con ese concepto.
Establecido ya en el cambio hacia la Terapia Centrada en el Cliente, Rogers realizó, la que había de ser con el tiempo famosa presentación de la hipótesis de las condiciones necesarias y suficientes para el cambio terapéutico. Fueron expresadas por él mismo de la siguiente manera:
- Dos personas se encuentran en contacto psicológico
- La primera, a la que podemos llamar cliente, se encuentra en un estado de vulnerabilidad y angustia (incongruencia).
- La segunda a la que podemos llamar terapeuta o consejero, es autentica e íntegra en la relación (congruente).
- El terapeuta o consejero experimenta una consideración positiva incondicional hacia el cliente.
- El terapeuta o consejero comprende de un modo empático (comprensión empática) el mundo interior del cliente e intenta transmitirle dicha comprensión.
- La comunicación o transmisión que el terapeuta hace al cliente de su comprensión empática y de su consideración positiva incondicional, es percibida como tal por el cliente, al menos en un grado mínimo.
Me apresuraré a afirmar que estas condiciones, más adelante especificadas en la famosa triada: empatía, aceptación positiva incondicional y congruencia, nunca fueron consideradas por Rogers como técnicas o conductas, sino más bien como actitudes, que el terapeuta debería necesariamente de aportar a una relación terapéutica, si quisiera dotar a ésta de la eficacia pretendida. No existe ninguna conducta o pauta de conductas que pueda ser considerada como una inevitable expresión de empatía, ni una necesaria expresión de una actitud empática.
La manifestación de Rogers a este respecto no puede ser más categórica:
“No tienen un valor esencial en la terapia técnicas tales como la interpretación de la dinámica de la personalidad, la libre asociación, el análisis de los sueños, el análisis de las transferencia, la hipnosis, la interpretación del estilo vital…Cada una de estas técnicas, sin embargo, puede llegar a ser un canal de comunicación de las condiciones esenciales…
Pero de la misma manera que dichas técnicas pudieran comunicar los elementos que son esenciales para la terapia, también podrían comunicar actitudes y experiencias tremendamente contrarias a las condiciones terapéuticas, expuestas como hipótesis ”.
El reflejo de sentimiento y la Empatía
Incluso la técnica denominada “reflejo del sentimiento” a veces empleada por Rogers, de ninguna manera puede identificarse con la actitud empática y por consiguiente ser considerada una condición esencial de la terapia.
Solamente en tanto en cuanto esta técnica sea un canal válido para manifestar la empatía y la aceptación positiva e incondicional del terapeuta, podría ser aceptada como instrumento válido.
“En qué medida la “reformulación”, “clarificación” o el “verificar percepciones” es esencial para la práctica de la Terapia Centrada en el Cliente en una cuestión compleja con interesante trasfondo histórico. En realidad es la empatía, expresada en términos de autenticidad y preocupación por el cliente, lo verdaderamente esencial de la labor de Rogers.
El reflejo no directivo de los sentimientos del cliente es tan sólo una de las muchas técnicas para expresar empatía ante el cliente”.
La empatía no debe ser adecuada o confundida con el “reflejo”, puesto que la empatía es un proceso actitudinal del terapeuta que penetra y percibe el mundo interno del cliente “como si”fuera él mismo, mientras que el “reflejo”es técnica que puede ayudar a ese proceso. Pueden, por tanto, existir otros modos o técnicas que la faciliten.
Es claro que el punto clave de esta definición se encuentra en el desarrollo de ese “conocimiento y comprensión” de la otra persona. Existe una cierta unanimidad, en admitir una doble dimensión en la empatía: la cognitiva y la afectiva, o si se prefiere en términos más actuales y exactos, la comprensión y la experiencia.
Existen aún muchas incógnitas por despejar, tanto con respecto a su naturaleza, como a su comunicación, a su efecto en el cliente, o al modo de entrenar y preparar al terapeuta para el manejo de esa compleja comprensión afectivo-cognitiva, que incluye su propia experiencia. Lo que sí sabemos es que esa actitud, que denominamos empatía contribuye grandemente a hacernos más humanos, más personas, más nosotros mismos. El arduo camino, por tanto, de su investigación y estudio bien merece la pena.
Referencias:
Kelly, E. (1997). Relation-Centered Counselling: A Humanistic Model of Integration.
Mears, D. y Thorne,B (2000). Person-Centered Therapy Today, Londres: Sage.
Rogers, C. (1942). Counselling and Psycotherapy, Boston: Houghton Mifflin.
Rogers, C. (1957). The Necessary and Sufficient Conditions of Therapeutic Personality
Vilas-Boas, M. (2001). El Mito de la No Directividad: El Caso Jill. En Farber, B., Brink,D. Y Rankin, P. La Psicoterapia de C.Rogers, Bilbao:Desclee.