La Empatía Psicoanalítica VS La Empatía Enfoque Centrado en la Persona (ECP)

La comprensión empática puede expresarse a través de dos modalidades. Una consistiría en comprender la experiencia del otro a través de activas operaciones cognitivas, tales como la asunción imaginativa del “role” o el análisis conceptual. Según esto el terapeuta observa la experiencia del cliente, observa también sus propias reacciones y se imagina a sí mismo en el lugar de la otra persona y desde ahí saca sus propias deducciones acerca de la situación interna del cliente. En este sentido la inferencia de carácter más bien cognitivo, sería el camino para conocer la mente y la experiencia de la otra persona.

Existe, sin embargo, otro modo de adquirir la comprensión del estado anímico del cliente, la empatía sería más un modo experiencial de conocer que una comprensión conceptual.

Según esto una comprensión empática más observacional e inferencial sería más la pretensión psicoanalítica, mientras que los partidarios de la terapia centrada en el cliente abogarían más por una comprensión tácita más intuitiva y experiencial.

 

 

Esta diferencia de enfoque refleja, más bien, las diferentes metas pretendidas por los diversos sistemas a través de la comprensión empática.

 

 

“Para los terapeutas psicoanalistas la empatía sirve, en último extremo para ayudarles a comprender el ángulo referencial general de la persona, es decir cómo ella característicamente construye y experimenta la realidad y cómo esta construcción está basada en su propia historia, de ahí el énfasis en la asunción del “role” y la inferencia conceptual. En cambio para la terapia experiencial y centrada en el cliente la meta principal es la sintonía comunicativa (captar la inmediatez de la experiencia del cliente, el ángulo de referencia desde el que opera en el momento presente), centrándose así más en la aprehensión tácita de la experiencia inmediata”.

 

 

Las operaciones del terapeuta en estas dos concepciones de la comprensión empática serán, consiguientemente, en alguna manera diferentes. Mientras la sintonía comunicativa pretende cerciorarse de la adecuada comprensión del ángulo de referencia inmediato de la persona y, por tanto, utilizaría predominantemente, aunque no exclusivamente, los reflejos empáticos, la otra posición intentaría no sólo centrarse en las inmediatas comunicaciones de la persona, sino que para obtener una comprensión más general de la experiencia, realizaría preguntas o interpretaciones que llevaran a comprender las pautas existentes en la experiencia de la persona.

 

 

Ambas posiciones, sin embargo, admitirían la proyección imaginativa del terapeuta sobre “los zapatos del cliente” y lo que es más importante aún, la consideración de la comprensión empática como una compleja comprensión de carácter cognitivo-afectiva. Aunque ambas tengan un acercamiento distinto en ningún modo pueden considerarse mutuamente exclusivas.

 

 

La naturaleza de la empatía no queda, sin embargo, agotada en la comprensión empática, sino que incluye otra dimensión importantísima, de la que se prescinde con frecuencia, a saber: la experiencia, es decir, la habilidad para sintonizar e identificar adecuadamente la propia experiencia.

 

 

La relación íntima con el cliente que supone la empatía no deja al terapeuta indiferente, ni con un mero papel de espejo objetivo,  como quizá pudiera pensarse en la época de la no directividad rogeriana, aunque tampoco debiera suponer una identificación con el sentimiento concreto del cliente. Por esta razón, ya nos indica Rogers: “sentir la rabia del cliente, o su temor, o confusión como si fuera propia, pero sin que tu propia rabia, temor o confusión queden ligados”.

 

 

La empatía auténtica no puede ser considerada como una destreza mecánica, sea ésta reflejo del sentimiento o cualquier otro instrumento metodológico (percepción cognitiva del “role”, etc.), sino que debe implicar un interés genuino por penetrar en el mundo del cliente, experimentar cómo sería sentirse él y sobre todo desarrollar un sentido de encuentro, que transmita que uno y otro, terapeuta y cliente, están en este empeño juntos.

 

 

Referencias:

Kelly, E. (1997). Relation-Centered Counselling: A Humanistic Model of Integration.

Mears, D. y Thorne,B (2000). Person-Centered Therapy Today, Londres: Sage.

Rogers, C. (1942). Counselling and Psycotherapy, Boston: Houghton Mifflin.

Rogers, C. (1957). The Necessary and Sufficient Conditions of Therapeutic Personality

Vilas-Boas, M. (2001). El Mito de la No Directividad: El Caso Jill. En Farber, B., Brink,D. Y Rankin, P. La Psicoterapia de C.Rogers, Bilbao:Desclee.